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Descargas ilegales
por
Juan María Solare
* JMS *
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¿Qué piensa acerca de la descargas ilegales? (*)
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¿Qué piensa acerca de la descargas ilegales?
(*) Jennifer Calonia del National Finance Website planteó esta pregunta a Juan María Solare en junio de 2013.
Parte de sus respuestas fueron citadas en el artículo Saving Money with Illegal Pirate Bay Downloads Could Leave You Bankrupt [Ahorrar dinero con descargas ilegales de Pirate Bay puede llevarte a la bancarrota]
Saving Money with Illegal Pirate Bay Downloads Could Leave You Bankrupt
En tanto compositor y pianista, las páginas de intercambio de archivos del tipo peer-to-peer (P2P) tales como Pirate Bay significan la diferencia entre comer un sandwich barato o una comida de verdad: 25% de mis ingresos anuales provienen de la organización de recaudación de derechos de autor (en mi caso, la GEMA alemana). Además, aproximadamente 5-10% de mis ingresos viene de vender mi música grabada. Si alguien copia mi música sin pagarme, posiblemente no moriré de hambre, pero mi nivel de vida cambiará perceptiblemente - para peor.
Existe una conocida falacia que afirma que los auténticos ladrones son las compañías discográficas, porque les pagan a los artistas -en el mejor de los casos- meramente una fracción de lo que ellas cobran. Esto puede ser cierto o no, pero como artista independiente, recibo al menos el 80% de la suma que la gente paga. Y me atrevo a decir que, en la actualidad, el 90% de los artistas del mundo real son artistas independientes: no tienen un sello discográfico que los respalda, y "lo hacen ellos mismos". Por lo tanto, si alguien copia su música, no está "robándole al ladrón", al intermediario, sino quitándole el dinero al propio fabricante.
Si usted copia mi música en lugar de adquirirla directamente, yo -el compositor, el artista, y no alguna compañía imaginaria- voy a perder un par de miles de euros cada año. Así que si tengo que hacer alguna otra actividad (extra-musical) para compensar la pérdida de ese dinero, acaso no pueda dedicar tanto tiempo a producir la música que a usted tanto le gusta. (Reemplacen aquí "yo" por el nombre de su artista favorito.)
Si las bananas, la electricidad o los taxis fuesen gratis, yo también podría dar mi música gratuitamente. Pero esta no es la situación actual.
Otra conocida falacia -algo más sofisticada- nos cuenta que "puesto que un músico en realidad gana dinero al brindar conciertos, cuando se presenta en público, en el fondo no le causamos demasiado daño si copiamos su música sin pagarle". Encuentro tres problemas en esta línea de argumentación (la cual nace del comprensible deseo de evitar sentimientos de culpa).
- Primero: ¿qué ocurrirá cuando el artista envejezca y ya no pueda subir al escenario ni mucho menos hacer una agotadora gira, cuando quiera "jubilarse" como cualquier ser humano normal tras una vida de duro trabajo? Las regalías en concepto de derechos de autor y las ventas de grabaciones son una parte esencial de los ingresos para esa última parte de la vida.
- Segundo: muy a menudo se les ofrece a los artistas honorarios más bajos para ejecutar en determinadas salas, porque, según afirman los organizadores, "usted podrá vender sus discos tras el concierto". Así nace un bello cortocircuito: los unos roban tus grabaciones porque total te pagan por dar conciertos, y los otros te estafan con tus honorarios porque estás vendiendo tus grabaciones.
- Tercero: esta falacia es similar a arguir que "puesto que un kiosko produce ganancias principalmente de las ventas de tabaco y no de caramelos, entonces es lícito robar caramelos porque no estamos produciéndole ningún daño real al kioskero."
Por supuesto, estas supuestas refutaciones no convencen a nadie, mucho menos a quienes copian toneladas de música gratis y defienden militantemente su postura. No se trata entonces aquí de argumentar, sino al menos de comprender por qué sucede la piratería. Sinceramente, no creo que el pirata quiera ahorrar dinero: un álbum de música cuesta lo mismo que un par de cafés y dura bastante más. La causa es otra: la actitud de "querer todo gratis", sin importar de dónde salga, es la peculiaridad de los niños, que -tienen derecho- aún no han aprendido que madurar implica aceptar pagar el precio por aquello que uno quiere (precio en esfuerzo, tiempo, disciplina o dinero). El que copia música sin pagarla (un individuo o una comunidad) está en este estadio moral del menor de edad que cree merecer todo "de arriba" por el mero hecho de haber nacido.
Tras haber dicho todo esto quiero aclarar que la persona que roba mi música no es el enemigo, esta persona es un fan a quien le gusta mi música (de lo contrario ¿por qué la copió?), pero que aún no se ha dado cuenta de que al pagar por la música que oye está apoyando -con hechos- a su artista, y no a un sello discográfico dirigido por tiburones. Y después de todo, mi álbum Tango Monologues, casi 80 minutos de música, cuesta debajo de 10 dólares en iTunes o amazon mp3, tampoco es una fortuna.
Posible solución: si robaste mi música en el pasado, es decir, si la copiaste sin autorización, te invito a que vayas a mi página web y hagas una donación mediante paypal. A buen entendedor, pocas palabras. Así redimirás tus pecados, te lavarás las manos, y no haré más preguntas.
Y como decía antes, reemplacen aquí "yo" por el nombre de su artista favorito.
Juan María Solare
Compositor y pianista
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Posdata:
Tras leer un primer manuscrito de este ensayo, el crítico musical Pablo Bardin me escribió que "apelar a la ética es tiempo perdido en esta época de disvalores profundos. Es una más de las degradaciones por las que va pasando el mundo." (mail del 14/11/2014). Bardin me sugería intentar realizar una acción legal tipo "class action", que es cuando un grupo de damnificados se unen para entablar un juicio a una corporación debido a un tema que los afecta a todos. Posiblemente Bardin tenga razón, pero llevar a cabo esta acción requeriría la energía de varios caballos (comenzando por la enorme dificultad de definir contra quién se haría este hipotético juicio).
Lamentablemente creo que pasará mucho tiempo antes de que se genere cierta conciencia sobre el asunto. Gente de Argentina muy bien preparada intelectualmente ha intentado justificar de una u otra manera las descargas ilegales: me han explicado que, como músico, tengo derecho a invertir miles de dólares para grabar mi música, pero no lo tengo a pretender recuperar siquiera parte de esa inversión. Yo podría aceptar gustosamente un "y bueno, piratear no es correcto, pero la carne es débil", sin embargo la justificación argumentativa de lo injusto ya discurre por otros senderos, éticamente mucho más peligrosos que el mero pecado venial (del cual nadie está libre, y no seré yo quien arroje la primera piedra).
En suma, tengo la impresión que abogar por los derechos de los artistas es no ya predicar en el desierto, ni siquiera es meterse en camisas de once varas, sino hacer el payaso. Peor aún: puesto que que la de payaso es una profesión decente, defender los derechos de los músicos es sencillamente hacer el ridículo.
Bastante gente está ya de acuerdo en que no es ético encerrar a gallinas toda su vida en jaulas minúsculas con la luz encendida las 24 horas para que pongan un par de huevos más. Algún día, y espero verlo, exista una similar actitud -por parte del público- respecto al tratamiento que le otorga a sus músicos.
Juan María Solare
(9 de febrero de 2015)
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